martes, 12 de febrero de 2013

Y...

Me quedó tanto por decirte. 
Me quedé sin decirte que eras quién me hacía sonreír, que te necesitaba tanto o más que al aire, que no podría vivir sin tu sonrisa, sin tus besos, sin verte caminar.
Vi como te alejabas y no fui capaz de detenerte, no te frené, no evité que me dejaras sola, sin aire. No luché lo suficiente, y tú tampoco. ¿Distancia? No, no fue culpa de la distancia, sino del miedo, de la cobardía. Los dos fuimos cobardes, teníamos miedo de que no saliera bien, de hacernos daño. Y no tuvimos valor para sacar adelante lo que de verdad nos importaba, nos perdimos en el miedo y nos dejamos ir, dejamos que todo se acabara ahí, sin intentar si quiera solucionarlo. Y después llegó el arrepentimiento, las ganas de volver, de los besos, de las sonrisas. Las ganas de tenerte...

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